Martin McDonagh: «La ira puede ser una forma de entender el mundo»

Martin McDonagh: «La ira puede ser una forma de entender el mundo»

Ciudad de México a 8 de Enero de 2018.- crueldad, en el ideario de Martin McDonagh (Londres, 1970), no sólo hace daño. También ayuda a ver mejor. De repente, uno de los dramaturgos que mejor y con más violencia ha sacudido el polvo de la escena británica se descubre con una película en Norteamérica, sobre Norteamérica y a pesar de Norteamérica como uno de los cineastas del año que empieza. Tres anuncios en las afueras, que se estrena este viernes, es la historia de una mujer que convierte su monumental enfado en simple catarsis. No hay más. Tan obscenamente provocador que acaba, en efecto, en carcajada. Es comedia con la misma evidencia que pedrada. Imposible quedar indemne.

«Todo surgió», comienza McDonagh, «en un viaje por Estados Unidos. Vi tres carteles en los que alguien arremetía con la policía. Eran unas vallas publicitarias encargadas por alguien realmente cabreado. Y sobre eso surgió todo lo demás… La ira, sin duda, puede ser un motor de cambio. Aunque no siempre para bien. Pero también puede ser una forma de entender el mundo». Y ahí lo deja.

Frances McDormand en ‘Tres anuncios en las afueras’, de Martin McDonagh.

El que habla, para situarnos, hace tiempo que lleva empeñado en retratar la parte de atrás de todo este caos. Y lo hace por puro instinto. Sin programa previo. Cuenta que con 16 años dejó el colegio («Vi claro que el futuro que ofrece la escuela pública a un chaval de la clase trabajadora no es deseable»). Tras probar en varios trabajos que se niega a recordar, pronto aprendió que su única manera de estar en el mundo sería escapar de él. Su arma: la escritura. «Durante años escribía, escribía… No sabía hacer otra cosa. No quería hacer nada más», recuerda. Y así, hasta que, con 26 años, La reina de belleza de Leenane le valió unánime reconocimiento y ser señalado como el dramaturgo más prometedor de la temporada. Un año después, este irlandés incrustado en Londres y admirador con la misma fuerza de Nabokov, Harold Pinter, Scorsese y Malick se convertía en el primer autor desde Shakespeare con cuatro obras en la cartelera londinense. Su carácter irascible, su vocación por el titular efectivo (en una ocasión se negó a brindar por la reina y en otra acusó a Chéjov de aburrido) y su facilidad para hacer de la violencia una herramienta expresiva han hecho de él el santo patrono de la provocación. Y ahí sigue: exactamente igual de fanático de The Clash y The Pogues que cuando sólo escribía.

«No sabría decir en qué se diferencia escribir para el teatro o para el cine. Me interesa el sonido de las palabras y las motivaciones de los personajes y eso no cambia. Lo que sí es cierto es que cuando te decides a dirigir una película, entonces conviertes tu trabajo en una obsesión», comenta a modo de disculpa. Tres anuncios en las afueras, como antes que ella Escondidos en Brujas y Siete psicópatas, sabe que en el límite de las fuerzas (donde parece que estamos), sólo la carcajada nos salva, sólo reír es probablemente el único gesto decente.

– ¿Considera a su película una reacción a la era Trump?

– No, no… Escribí el guion mucho antes de todo esto que está pasando. Acepto que se pueda atribuir a la película un cierto carácter premonitorio, pero nunca fue la intención. No soy tan inteligente para escribir con metáforas.

Sea como sea, la rabia es el argumento. Y, para más abundar en el carácter profético de la cinta, toda la furia imaginable en el mundo es escupida por una mujer: una Frances McDormand a la altura de los gigantes. «Sé que por mis películas anteriores tengo fama de trabajar sólo con personajes masculinos muy salvajes, muy machos. Pero en las obras de teatro ya hay mujeres igual de poderosas. La película no está ahí para juzgar nada ni ejemplificar nada… Tampoco es la visión de un europeo de lo que ocurre en América. Lo que cuenta es simplemente la fuerza de un personaje que puede hacer cualquier cosa en cualquier momento. Sólo la ira le mantiene en pie». Cruel sin duda.